"Una batalla a la vez": Un espectáculo espectacular y un elenco enorme para esta película política de alta frecuencia de Paul Thomas Anderson

Reseña: Comedia dramática de Paul Thomas Anderson, con Leonardo DiCaprio, Sean Penn, Benicio Del Toro y Teyana Taylor (Estados Unidos, 2h41). En cines el 24 de septiembre. ★★★★☆
Por Guillermo Loison
Teyana Taylor en "Una batalla a la vez" de Paul Thomas Anderson.
Para ir más allá
Una América estratificada, una América destrozada: ese es el significado del brutal plano-contraplano que abre "Una Batalla a la Vez". Primero vemos a una joven negra caminando por una rampa de autopista; luego, debajo, acurrucado bajo el asfalto y el hormigón, un campamento de migrantes latinos rodeado de alambre de púas. Esperar, a partir de este punto, una estricta guerra de posiciones donde cada campamento se organiza según los intereses de su comunidad sería malinterpretar la inclinación de Paul Thomas Anderson por la hibridación y las connivencias improbables, hilo conductor de la mayoría de sus películas. La chica de la carretera, acertadamente llamada Perfidia Beverly Hills (la cantante Teyana Taylor, fabulosa), es una revolucionaria de extrema izquierda que libera a los "espaldas mojadas" del yugo de los guardias fronterizos, roba bancos y, en su máximo esplendor, domina sexualmente a Steven Lockjaw (Sean Penn), el enemigo interior, un pequeño supremacista blanco degenerado que se deleita en secreto con sus juegos semi-restringidos. Entre ambos, está Bob (Leonardo DiCaprio), compañero habitual de su querida activista, padre cariñoso y un poco terrorista, a quien los caprichos de la historia colocan inesperadamente en primera línea.
Una adaptación libre del libro de culto "Vineland" de Thomas Pynchon, "Una batalla a la vez" es la película más hollywoodense de Paul Thomas Anderson. Al combinar su imaginación de autor con la escala gigantesca de una superproducción (acción y espectáculo extensos y exigentes, un reparto de cuatro estrellas), el cineasta ofrece un proyecto único en su alcance, su intensidad y, sobre todo, su forma, combinando constantemente opuestos: rigor y locura, ironía y primer plano, lirismo y burlesque. Es también, por supuesto, una obra eminentemente política donde, entre las aguas de la ficción, circula un conjunto de imágenes que dan testimonio de la América de Trump, capturando tanto la realidad superficial (esa secuencia profética de una incursión militar en la ciudad) como la suciedad racista que pudre la mente de la gente.
Le Nouvel Observateur